lunes, 31 de agosto de 2009

Hace dos meses

Honduras es un país que cualquier novelista de este lado del charco azulado hubiese soñado escribir. En cada pórtico roído por las polillas encuentra uno a algún señor que desde bien temprano en la mañana se levanta y sale a ver como el mundo demasiado rápido de estos días aciagos se lanza en violenta vorágine al precipicio de la historia desmemoriada de una patria puberta. Una taza de café y un oído atento bastan para reconstruir un pasado inverosímil de abuelos cuenteros y olvidados, reemplazados por los gloriosos bienes del capitalismo salvaje. Pero hace ya dos meses que los viejos cuenteros están ausentes de los portales de callejón de barrio, porque la historia se escribe de urgencia en las calles y aun les queda fuerza para andar un camino más.

En cualquier hogar hondureño puede faltar el pan, la cama y la mesa, pero nunca el Televisor, Dios nos libre de no poder ver las novelas del 5, a Nasralla el domingo y los pártidos de la sele. ¡Qué grande aquella selección de España 82! Pero hace dos meses que los dramas de la pantalla corren sin pena ni gloria por televisores apagados donde los gritos de gol se ahogan en la ausencia de oidos receptivos, pues el drama de la patria se sangra a flor de piel, y hay que sanar la herida incendiada de fuego de fúsil.

En Honduras la mujer cocina, lava, plancha y aguanta. El hombre trabaja, golpea y manda. Porque no hay otro pueblo más macho, que el pueblo catracho del cual vengo yo. Pero hace dos meses que hombres y mujeres no saben de roles ridiculos y siglos de patriarcado, pues la sangre corre y llama sin distinguir de sexos o estaturas, y por eso hace dos meses que en Honduras, mujeres y hombres al pie del asta y lado a lado, luchan.

En Honduras asoma el sol cada día, tímido y asustado, tras montañas selvaticas y mares cristalinos, proyectando arcoiris en cada gota de rocío y poniendo al descubierto las carreteras derrumbadas de accidentados furgones y los baches tan inmensos que ya son atracción turistica. Pero hace dos meses que el sol sale subversivo tras un mar de botas y de cascos verde olivo.


Esta Honduras pobretona y remendada, mi país de caricatura, vive acostumbrada a repartir la bandera entre rojos y azules que cada cuatro años la dejan morada. Pero hace dos meses que la bandera a media asta se planta en resistencia y no quiere saber más de esos dos viejos ladrones de colorada y cachureca corbata.

Hace dos meses que necia trova la guitarra herrante de esta lucha de paz, vida y arte, hace dos meses que resistimos la anestesía de garrote con que buscan nublarnos el pensamiento, hace dos meses que cantamos con claridad el amor que nos une en medio de la destructiva tempestad, hace dos meses labramos el futuro de nuestros niños y nuestras niñas y de quienes aun no han nacido. Hace dos meses la noche es alta, y Morazán y el pueblo de Honduras... resisten

miércoles, 26 de agosto de 2009

Una nota más bien personal y egoista

Tan remota pareciera hoy día aquella infancia en que ese trapito azul y blanco representaba solamente la alegría de un feriado septiembrero, ese trapito de las estrellas desangradas que al sol se tuestan sobre la espalda de un pueblo en cada jornada de lucha, ese trapito que hoy vale la vida y el alma. Mi bandera, ahora si, mi bandera, ese lampo de cielo. Y es que fue hace un par de días apenas cuando mi mundo era el mundo de incognita de un adolescente inconforme, el cliché cultural del rebelde sin causa, del mocoso impertinente, del joven extraño, del muchacho ese problematico. Entre los versos y la guitarra trovadora de un Silvio Rodríguez que en las portadas de los discos de mi imaginación no envejecería nunca y las páginas amarillentas de los viejos libros que desde "edades inapropiadas" pasaban presurosos por mis manos llenandome la cabeza de ideas que con suerte comprendía a medias la primera vez, y luego la segunda, la tercera y la cuarta hasta que finalmente cuando ya mi cara comenzaba a ser más larga y mi quijada más cuadrada, materialismo dialectico, socialismo, comunismo y tantas otras de esas palabras raras que los profesores de sociología te repiten a la saciedad sin explicarte nada, llegaron a significar algo para mí, pero siendo aun solo conceptos, solo utopías de sueños irrealizables. Y todas aquellas historias de esa madre que paso tantas cosas en esas decadas que en la imaginación no cabían, y los esquivos comentarios de ese padre que aun hoy guarda bajo llave en su memoria esa historia misteriosa de su juventud revolucionaria, parecía que eran fragmentos de alguna novela sudaméricana, la historia de cómo la conciencia social y el deseo de forjar un futuro más justo juntaron a ese par de personajes aparentemente tan distintos, tan antagonicos, tan injuntables, la historia de como aquellos tiempos desesperados de miedo y persecución llevaron, de algún modo inexplicable, a mi nacimiento. Pero poco a poco las palabras calaban más hondo y mi aprecio y admiración por papá y mamá crecía, como también lo hacía mi frustración ante la apatía amodorrada de esa mi generación tan perdida en las fauces del monstruo imperialista. Pero poco a poco la impotencia se convertía en resignación, me fui integrando al sistema, me fui "formalizando", me fui haciendo amigo de aquella gente a la que no soportaba, incluso llegué a apreciar a algunas de estas personas. Silvio aun no envejecía y los libros seguían siendo libros, al Ché lo imprimían en tantas camisetas que se volvió moda y Honduras tristemente jamás cambiaría porque este pueblo no vería nunca más que rojo y azul. Fue entonces, cuando parecía que para mí no había más que arte reciclado, que la monotonía gris de la rutina, que los días felices de adolescente enamorado, que la intelectualidad vana de cafetín, fue entonces que lo impensable pasó. En una madrugada oscura el tiempo se fue corriendo para atrás, y de pronto todas aquellas viejas historias y libros a medio carcomer saltaron del papel y el recuerdo y se amontonaron en las calles bachosas de esta Tegucigalpa "putilla" como dice Mcdonald. Las máscaras se cayeron de golpe y el mundo ya no era el mundo que yo veía a través de un cristal. Y así de un día a otro pasé a ser un hombre aunque mi rostro aún acuse esas facciones de adolescencia aniñada, así de un día a otro, violentamente, las alegrias de los feriados septiembreros pasaron a ser un recuerdo borroso e incluso a momentos indignante. Así de un segundo a otro me encontré viviendo en un mundo que me es tan familiar y a la vez tan extraño, como un viejo amigo que después de diez años es el mismo y sin embargo ya no le conocemos. El pueblo de Honduras le ha abierto la ventana a la luz para que este oscuro rincón en que los golpistas nos han encerrado no logre asfixiarnos. Y ahora yo, aquel muchacho impertinente y quizás a veces demasiado soñador, amo con más intensidad que nunca, pues amo vivo y despierto, amo de pie y a gritos de dignidad, amo con el corazón bien ensanchado en la mano. Porque mi lucha y la lucha del pueblo de Honduras es una lucha no de odio, sino de amor, de amor a la vida, de amor a la patria, de amor a esa mi compañera y amiga que sostiene firme mi mano en las tardes flacas y descorazonadas, de amor a la madre que con el corazón encogido me ve siguiendo esa lucha que es tan suya hoy como hace dos decadas, amor al padre que con el orgullo contenido y la angustia acorralada me aconseja prudencia sabiendo imposible e incorrecto detenerme, amor a la hermana y el hermano complices, a los amigos cuyos rostros son incontables en la multitud de este pueblo que me ha devuelto la esperanza aún cuando las cosas son más duras de lo que jamás creí ver. Amor a la dignidad de nuestros compañeros y nuestras compañeras que fueron detenidos y ultrajados por los gendarmes rabiosos que protegen a la oligarquía, estas personas que sin importar todo esto siguen en la lucha, pese a las mentiras y las calumnias, pese a las ridiculeces intolerantes de estos fascistas, grandes y pequeños, de los de saco y corbata, de los de sotana, de los de moteado y de los que llevan camisas de la selección y pelotass de fútbol por cabeza, de las mujeres que no tienen dignidad y llevan nombres prestados, de quienes piden paz a golpes. Ahora Silvio ha envejecido y los libros son libros de historia viva, y yo guardo en una cajita mi amada infancia y mi intermitente adolescencia, para correr el peligro de crecer y madurar, para cruzar timidamente la frontera hacia la adultez, pero no lo hago solo, lo hago junto a un pueblo que se despertó finalmente y avanza con paso firme hacia el arduo trabajo de construir un futuro que sea nuestro.

A.S

domingo, 19 de julio de 2009

Solo el pueblo salva al pueblo

Ayer el gobierno de Micheletti rechazó la propuesta del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, que comprendía 7 puntos que pasaban por la restitución del presidente Zelaya. Una propuesta que incluye amnistía para los golpistas, lea usted bien. ¿Cómo es posible que un gobierno ilegitimo, repudiado y rechazado por el mundo entero, vaya a EXIGIR a la mesa de dialogo? Cada vez se evidencia más la marquita made in the U.S de este golpe de Estado. Este gobierno de facto ha demostrado por todos los medios posibles su absoluta intransigencia, ha desestimado al SICA, la OEA, la ONU, la UE y cualquier número de condenas internacionales en su contra. Han dicho y hecho lo que han querido y sin embargo se les sigue invitando a la mesa de dialogo y se les siguen otorgando privilegios. ¿Y las violaciones a los derechos humanos quien las condenará? ¿Qué castigo habrá para el usurpador Micheletti, para el falso comisionado de los derechos humanos Custodio, para el insultante chimpance Ortez Colindres, el vendepatrias Romeo Vasquez o para el asesino Billy Joya? Los crimenes de los golpistas deben ser castigados y las instituciones del país deben limpiarse de todo lo que huela a golpe. ¿Cómo puede seguir legislando un congreso lleno de diputados que aceptaron documentos falsos y que han defendido a capa y espada a este gobierno usurpador? ¿Qué credibilidad podría tener una Corte Suprema de Justicia que se dio a la tarea de legitimar este atroz crimen contra la patria y la humanidad entera? ¿Cómo se puede ofrecer amnistía a un gobierno que ha manipulado toda la información al interior del país para crear una falsa imagen de lo que sucede día a día dentro y fuera de Honduras? Un gobierno criminal que ha suspendido las garantías individuales, secuestrado gente, asesinado gente, amenazado, extorsionado... todos estos crimenes no pueden ser simplemente olvidados. La dignidad del pueblo no se negocia.

Por eso nuestra resistencia debe seguir, y debemos alzar nuestro rechazo a lo que en Costa Rica se ha propuesto, que es una completa aberración, un insulto, una patada en la cara del pueblo. Solo el pueblo defiende al pueblo, compañeros y compañeras, ningun politico va a salvarnos, ni Mel ni nadie, debemos ser nosotros y nosotras quienes reparemos esas viejas esperanzas rotas y alzemos con fuerza propia la bandera de nuestra lucha, la bandera de nuestra patria y que quede claro que esta tierra no es parcela alquilada de ningún empresario imperialista, sino que es un país de gente digna, que es país de un pueblo despierto y alzado que no bajará más la cabeza.

Al presidente se le debe restituir, sin condiciones. Y a los gorilas dictadores si no les castiga la diplomacia, si no les castiga esa justicia aburguesada del mundo, los ha de castigar el pueblo de Honduras. A las ratas que escapen con sus triquiñuelas legales, como sabemos que harán muchos y muchas, debemos castigarles no comprando sus productos, no viendo sus canales, no leyendo sus periodicos. Debemos castigarles en las calles y en las urnas, rompiendo así por fin el historico bipartidismo subyugante que por tanto tiempo ya ha oprimido a nuestro pueblo. Ni un voto para Elvin Santos, ni un voto para Porfirio Lobo. Ni un voto para el oligarca, ni un voto para el golpista, ni un voto para el asesino y el represor. Ni un solo lempira viejo y gastado del bolsillo trabajado hasta el cansancio debe ir a las cuentas desbordadas de los perros del imperio. Ni un oido más que se preste a la rastrera predica del genral... digo cardenal Rodriguez, ni una cabeza servil que se agache en el culto de Evelio Reyes. Que nuestra memoria no olvide las marcas sangrientas de estos hombres y mujeres, que el pueblo no olvide jamás el 28 de junio de 2009, y los días que siguieron, que el pueblo no olvide jamás a Isis Obed Murillo, que el pueblo no olvide jamás quien está con el pueblo y quien está con el dinero.

NTSP


sábado, 18 de julio de 2009

21 días de dictadura

21 días oscuros, 21 días sangrientos, 21 días de bruta represión contra el pueblo hondureño. 21 días de resistencia, 21 días de lucha, 21 días de sol y lluvia, de incertidumbre y hambre, de hombre y mujer vueltos garganta que grita en unisono, de reclamo indignado de un pueblo que al fin despierta.

No nos detienen ni el miedo, ni el cansancio, ni las amenazas, ni los disparos. Nuestro amor por la patria, nuestra dignidad, nuestro espíritu nos impulsa a seguir adelante siempre, ni un paso atrás ante quien nos oprime.

21 días desde aquel domingo en que las luces se apagaron en toda Honduras, aquel domingo en que Tegucigalpa amaneciera golpeada y cubierta de botas negras y uniformes moteados. Creyeron que este pueblo era una bestia mansa en la que fácilmente iban a montarse, y es allí donde se equivocaron. Estas Honduras no son las mismas de hace tres decadas, y el mundo ha dado ya suficientes vueltas. El mensaje es claro: No a los golpes de Estado, Nunca más.

Los intereses tras este garrotazo mal perpetrado son muchos, sin duda, y especular podemos todos y todas. Pero mientras tanto, mientras nos hundimos en debates interminables, brillantemente improbables, hay un pueblo allá en las calles, luchando con fervor. ¿Escuchan la voz profunda de este país cansado? Es la voz que nos llama a la lucha, la voz que nos llama a gastarnos las piernas, las manos y las voces, es la voz que nos llama a amar este tumulto patrio de cada día, a amar esta patria de niños caretos y doñas sin dientes, de viejos tristones y muchachas valientes. Ese reclamo desgarrado del pueblo, ese dolor latente en sus gargantas, eso es lo escencial, lo demás... es inmaterial.