sábado, 18 de julio de 2009

21 días de dictadura

21 días oscuros, 21 días sangrientos, 21 días de bruta represión contra el pueblo hondureño. 21 días de resistencia, 21 días de lucha, 21 días de sol y lluvia, de incertidumbre y hambre, de hombre y mujer vueltos garganta que grita en unisono, de reclamo indignado de un pueblo que al fin despierta.

No nos detienen ni el miedo, ni el cansancio, ni las amenazas, ni los disparos. Nuestro amor por la patria, nuestra dignidad, nuestro espíritu nos impulsa a seguir adelante siempre, ni un paso atrás ante quien nos oprime.

21 días desde aquel domingo en que las luces se apagaron en toda Honduras, aquel domingo en que Tegucigalpa amaneciera golpeada y cubierta de botas negras y uniformes moteados. Creyeron que este pueblo era una bestia mansa en la que fácilmente iban a montarse, y es allí donde se equivocaron. Estas Honduras no son las mismas de hace tres decadas, y el mundo ha dado ya suficientes vueltas. El mensaje es claro: No a los golpes de Estado, Nunca más.

Los intereses tras este garrotazo mal perpetrado son muchos, sin duda, y especular podemos todos y todas. Pero mientras tanto, mientras nos hundimos en debates interminables, brillantemente improbables, hay un pueblo allá en las calles, luchando con fervor. ¿Escuchan la voz profunda de este país cansado? Es la voz que nos llama a la lucha, la voz que nos llama a gastarnos las piernas, las manos y las voces, es la voz que nos llama a amar este tumulto patrio de cada día, a amar esta patria de niños caretos y doñas sin dientes, de viejos tristones y muchachas valientes. Ese reclamo desgarrado del pueblo, ese dolor latente en sus gargantas, eso es lo escencial, lo demás... es inmaterial.

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