Honduras es un país que cualquier novelista de este lado del charco azulado hubiese soñado escribir. En cada pórtico roído por las polillas encuentra uno a algún señor que desde bien temprano en la mañana se levanta y sale a ver como el mundo demasiado rápido de estos días aciagos se lanza en violenta vorágine al precipicio de la historia desmemoriada de una patria puberta. Una taza de café y un oído atento bastan para reconstruir un pasado inverosímil de abuelos cuenteros y olvidados, reemplazados por los gloriosos bienes del capitalismo salvaje. Pero hace ya dos meses que los viejos cuenteros están ausentes de los portales de callejón de barrio, porque la historia se escribe de urgencia en las calles y aun les queda fuerza para andar un camino más.
En cualquier hogar hondureño puede faltar el pan, la cama y la mesa, pero nunca el Televisor, Dios nos libre de no poder ver las novelas del 5, a Nasralla el domingo y los pártidos de la sele. ¡Qué grande aquella selección de España 82! Pero hace dos meses que los dramas de la pantalla corren sin pena ni gloria por televisores apagados donde los gritos de gol se ahogan en la ausencia de oidos receptivos, pues el drama de la patria se sangra a flor de piel, y hay que sanar la herida incendiada de fuego de fúsil.
En Honduras la mujer cocina, lava, plancha y aguanta. El hombre trabaja, golpea y manda. Porque no hay otro pueblo más macho, que el pueblo catracho del cual vengo yo. Pero hace dos meses que hombres y mujeres no saben de roles ridiculos y siglos de patriarcado, pues la sangre corre y llama sin distinguir de sexos o estaturas, y por eso hace dos meses que en Honduras, mujeres y hombres al pie del asta y lado a lado, luchan.
En Honduras asoma el sol cada día, tímido y asustado, tras montañas selvaticas y mares cristalinos, proyectando arcoiris en cada gota de rocío y poniendo al descubierto las carreteras derrumbadas de accidentados furgones y los baches tan inmensos que ya son atracción turistica. Pero hace dos meses que el sol sale subversivo tras un mar de botas y de cascos verde olivo.
Esta Honduras pobretona y remendada, mi país de caricatura, vive acostumbrada a repartir la bandera entre rojos y azules que cada cuatro años la dejan morada. Pero hace dos meses que la bandera a media asta se planta en resistencia y no quiere saber más de esos dos viejos ladrones de colorada y cachureca corbata.
Hace dos meses que necia trova la guitarra herrante de esta lucha de paz, vida y arte, hace dos meses que resistimos la anestesía de garrote con que buscan nublarnos el pensamiento, hace dos meses que cantamos con claridad el amor que nos une en medio de la destructiva tempestad, hace dos meses labramos el futuro de nuestros niños y nuestras niñas y de quienes aun no han nacido. Hace dos meses la noche es alta, y Morazán y el pueblo de Honduras... resisten
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Hace 14 años